América Plurinacional, la puerta a la integración soberana desde los pueblos
Por Javier Tolcachier(Investigador del Centro Mundial de Estudios Humanistas y comunicador en la agencia internacional de noticias Pressenza)
El 18 y 19 de diciembre tiene lugar en la Sede de UNASUR
en San Benito (Cochabamba), el “Encuentro de los Pueblos del Abya Yala hacia la
construcción de una América Plurinacional”. La convocatoria fue acordada en la
reunión que sostuvo el expresidente Evo Morales Ayma en la sede de la
Coordinadora de las Seis Federaciones del Trópico de Cochabamba con
representantes de movimientos indígenas, campesinos y sindicales de Ecuador,
Bolivia, Argentina y Perú, luego de su épico regreso del forzado exilio.
Las organizaciones reunidas suscribieron un documento en
el que se ratificó como postulados esenciales la lucha contra todas las formas
de colonialismo y neocolonialismo, la lucha contra el capitalismo por ser un
sistema que acaba con la vida y la Madre Tierra y la lucha contra todas las
formas de guerra.
El llamamiento consigna entre sus objetivos la definición
de una nueva agenda política para los pueblos, el fortalecimiento de la CELAC y
la recuperación de UNASUR y el ALBA. Se aspira a través de la Diplomacia de los
pueblos a consolidar la RUNASUR como mecanismo de integración de los
pueblos y a forjar una organización internacional de los pueblos
indígenas originarios campesinos y trabajadores obreros del Abya
Yala.
Del mismo modo, se señala el propósito de construir la
alianza de medios de comunicación de las organizaciones y de intercambiar
sobre el Vivir Bien, el Buen Vivir y la Madre Tierra.
Para celebrar esta reunión fundacional, a la que acudirán
colectivos y articulaciones regionales, se eligió a Cochabamba por ser en la
actualidad la Sede de la Unión de Naciones Sudamericanas – UNASUR en el
Municipio de San Benito, pero también por haber sido cuna de la Conferencia
Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre
Tierra (abril de 2010) y la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio
Climático y la Defensa de la Vida (octubre de 2015).
Como imagen poderosa y atrayente, como proyecto que sin
duda concitará la adhesión de movimientos de toda la región, la idea de una
“América plurinacional” alienta al debate, la reflexión profunda y constituye
un vigoroso llamado a la acción y a la unidad.
Mirando hacia atrás para mirar hacia adelante
En sentido histórico, la propuesta apunta indudablemente
a trascender la conformación poscolonial de parcelas republicanas dominadas por
el poder de oligarquías de linaje conquistador. Bajo el yugo de su explotación
sufrieron y perecieron sucesivas generaciones de indígenas, africanos
esclavizados y su descendencia, y más tarde obreros y trabajadoras de
extracción mestiza y también inmigrante.
Los progresivos intentos de liberación de las mayorías
sometidas crecieron en resistencia a la brutal represión y la colonización de
nuevo cuño, al mando de transnacionales y sus lacayos de turno.
Los pueblos conquistaron derecho a derecho con
organización y lucha tenaz, hasta comprender que las transformaciones requerían
de un marco de organización social diferente, que permitiera recuperar la
soberanía arrebatada por un puñado de avaros insensibles.
La América Plurinacional es expresión y correlato de ese
proceso, representa la intención de construir una nueva estructura en la que
los sectores acallados puedan acceder efectivamente a espacios de decisión
política.
Esta proclama de plurinacionalidad señala con claridad la
imperiosa necesidad de reparar las injusticias, poniendo el foco en la urgente
necesidad de nuevos modelos de desarrollo.
Significa también la posibilidad de posicionar las
culturas, nacionalidades y pueblos subalternizados de la región en un nivel de
equidad en relación a la occidentalidad dominante.
La potente imagen coloca en el centro del debate la
cuestión de la no discriminación, de la superación efectiva del racismo
expuesto o apenas oculto, fortalece la no violencia frente a la agresión
persistente del capital y convoca al reconocimiento mutuo, la solidaridad y la
empatía.
Supone además la creación de una unidad orgánica de los
sectores populares, conectando a través de un proyecto de articulación
permanente a los movimientos indígenas y campesinos con organizaciones de
trabajadores y trabajadoras y diferentes fuerzas sociales, generando así una
masa crítica apta no solo para ser representativa de las necesidades
colectivas, sino también capaz de torcer relaciones de fuerza adversas.
En relación a la integración regional, la construcción de
una América Plurinacional implica – en paralelo a la superación de fronteras
definidas en términos de Estados-Nación- la superación de la rígida y frágil
interestatalidad que la caracteriza hasta ahora.
La integración desde los pueblos cobra con ello una nueva
vitalidad, colocándola en una esfera de pluriculturalidad, cuya potencia radica
en el inmediato reconocimiento de identidades comunes asfixiadas por el oprobio
de culturas excluyentes y a través de límites ficticios determinados por el
acuerdo o el conflicto entre los poderosos. Conflictos, en los que perdieron la
vida quienes nada tenían para ganar y que hasta hoy siguen dividiendo a
nuestros pueblos para mayor gloria de la opresión.
Una integración regional que será participativa o no
será, en la que el poder popular emergente tendrá que tener no solo voz, sino y
sobre todo, voto.
El sujeto colectivo de la América Plurinacional
En su libro “El cazador de historias”, Eduardo Galeano
nos cuenta que en un periódico del barrio de Raval, en Barcelona, una mano
anónima escribió:
Tu dios es judío, tu música es negra, tu coche es japonés, tu pizza es
italiana, tu gas es argelino, tu café es brasileño, tu democracia es griega,
tus números son árabes, tus letras son latinas. Yo soy tu vecino. ¿Y tú me
llamas estranjero?
Si no fuera porque la brevedad y sencillez de este verso
persuade y conmueve sobradamente, se podría continuar agregando ejemplos que
mostrarían cuanto de las distintas culturas vive en la cotidianeidad de las
demás.
Bastaría con observar las comidas, el lenguaje, los
hábitos y expresiones populares, incluso las formas religiosas, para darnos
cuenta de lo impregnada que están las vivencias de un imponente mestizaje
multicultural.
En esa sencilla comprensión, se encuentra el germen de
una verdad mayor: no hay culturas estancas ni inmóviles, sino que todas se van
nutriendo y modificando en el contacto con otras, aunque conserven mandatos
sociales generados por tensiones y necesidades en otros contextos
históricos.
En el vertiginoso proceso de mundialización en curso,
cuya interconexión impacta a todas las culturas, nadie queda exento de esta
influencia recíproca y de la aceleración de las transformaciones. Y
posiblemente sea esta profunda vibración de las íntimas estructuras culturales,
este cimbronazo que sufre la propia identidad, este doble extrañamiento por
sentirse a sí mismos diferentes y en un mundo diferente, el que promueva los
intentos de cerrazón en identidades cada vez más alejadas y el resurgimiento de
reacciones racistas y retrógradas.
Así como una casa adquiere sentido al ser habitada, así
como adquiere sus rasgos a través del proyecto de quienes la habitan, una
América Plurinacional requiere un sujeto colectivo que la haga posible, la
moldee, que imprima en ella los trenzados hilos de color que constituyen su
identidad.
El sujeto colectivo de esa América plural, india, negra,
cobriza, blanca y sobre todo mestiza, necesita indagar en sus múltiples raíces
y extraer de ellas los mejores elementos para aportar a la construcción del
bien común.
Desde una perspectiva humanista, importa reconciliarse
con los rasgos propios, tantas veces prohibidos, relegados o desdeñados y
también con los ajenos, cualesquiera sea su origen.
Para dejar atrás la prehistoria de vejámenes y
discriminación, el rumbo a seguir es apreciar lo diferente sin menospreciar la
identidad propia, comprender el entrecruzamiento y la dinámica de las múltiples
culturas y atender a recobrar la armonía social a través del re-descubrimiento
de una esencia humana común.
La construcción de una América Plurinacional y de su
sujeto social protagónico se constituirán así en un paso gigante hacia el
destino planetario de la Nación Humana Universal.